...qué bien viene en cierta época del año, por tradición, mejor la que nos viene de padres a hijos que la importada en noviembre de no se qué truco ni trato ni vainas en vinagre.
A menudo el disfraz resulta un buen aliado para esconderse de ese vecino pesadito que saca conversación en el ascensor a primera hora, cuando las legañas se encuentran todavía trabajando, para eludir a ese jefe que siempre viene con que si ésto o que si lo otro...muy práctico en ocasiones variopintas.
Entre todos los disfraces y épocas del año, el que más me gusta con diferencia, es el que llena de color el Falla de Cádiz, bien estudiado y al mínimo detalle por unos paisanos repletos de ilusión, talento, energía, creatividad y buenas voces.
Un puntito más que engloba arte y cultura dentro de una tradición que, además de divertir, saca los colores a aquellos de moral y vergúenza distraida que así lo merecen...no hace falta concretar.
Nunca ha sido el carnaval una de mis fiestas preferidas. Hace demasiado frío para disfrazarse.
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