Tal vez algunos piensen que solamente sea un instrumento más de expresión, o puede que una forma de buscarse la vida pero al igual que la música, la literatura, la danza, el teatro...el cine se convierte en una necesidad vital.
Cuando uno se adentra en sus entresijos, llega un momento que no vale con visualizar una o varias películas al día, antes o después aparece el gusanillo de ponerse detrás de cámara. Primero uno empieza con libros, cursos y todo lo que se presenta a tiro y deja lugar el resto de ocupaciones. Después, cuando se ha conseguido una cámara y poco más, es el momento de poner delante a tu primo para que interprete una sarta de tonterías escritas en formato courier new y que se parece a un guión.
Conforme se mejora con el tiempo, una caña y la ayuda de profesionales, uno se da cuenta de que necesita pasar a otro nivel, y que el primo que antes se prestaba ahora mide casi dos metros y ya no sirve de conejillo de indias. Entonces es el momento de preparar un guión en condiciones, buscar un equipo de trabajo que le apetezca participar en la idea, realizar un casting, alquilar equipo, localizar, ensayar, probar, reunirse con todos y cada uno de los participantes, revisar el guión decenas de veces, planificar, preparar un desglose y plan de rodaje, rodar y más tarde coordinar montaje, sonido, música, etalonaje y un largo etcétera de arreglos múltiples...y cuando todo está terminado, pues queda la satisfacción de haber realizado una película de corta duración...un placer inigualable cuando todo este proceso se ha llevado a cabo en pleno disfrute con todos los miembros del equipo. En ese caso, es resulta una experiencia inolvidable.
Cuando el corto está presentado y a veces queda en un rincón de Youtube, entonces uno piensa...¿Y ahora qué? El gusanillo se ha instalado de por vida y ya no deja lugar al disfrute del cine solamente sentado en un sillón. Entonces se piensa en otra idea, que se convertirá en otro guión y se buscará a otro equipo...
