Es que es la fecha, como cuando llega la Navidad o el día de los enamorados, que no se puede evitar y aparece y se marcha sin más. Lo mismo ocurre con la temporada de premios en el cine, van unos detrás de otros, con elogios al que se nombra por defecto y por unanimidad que es el mejor del año, y el resto dándose besitos a sí mismos por lo bien que lo han hecho.
No sirven de nada estas quinielas cuando el resto de producciones de gran calidad pero menor presupuesto no entran por no pertenecer a dicha élite. Una élite que pendiente del color de una alfombra y del modelito en cuestión del precioso elenco. Nada que ver con lo que debería de ser, una ceremonia privada y sin lujos que determine o al menos de una idea al espectador de cuales son los trabajos que no deberían pasar desapercibidos.
Si pero ya el perifollo parece más importante que la cinta en sí. Los americanos son así, y los que los copiamos, parecidos.
ResponderEliminarUn abrazo