jueves, 8 de diciembre de 2011

209. EL DOGMA YA NO EXISTE

Hace unos cuantos años escribí un artículo contando de qué iba aquella historia del DOGMA´95, inventada por un grupo de daneses. Aquí lo recuerdo tal y como fue publicado:

"Las palabras poseen uno o varios significados, pero también es necesario un contexto para que transmita sentido completo. En cualquier diccionario se pueden encontrar varias definiciones del significado de la palabra DOGMA, pero ninguna dentro del contexto cinematográfico. Desde la primavera de 1995 se encuentra en boca de diversos críticos y aficionados al Séptimo Arte, cuando un grupo de cineastas daneses mantuvieron una reunión en Copenhague en busca de un cine diferente al individualista. Redactan un manifiesto que contiene, entre otras ideas, diez principios denominados VOTO DE CASTIDAD. No importa quién realiza la película, lo importante es el contenido que se muestra en ella, y su identidad es mostrar la realidad contra la ilusión.
Lars Von Trier con Los idiotas y Thomas Vinterberg con Celebración se presentan como el estandarte de un colectivo prácticamente desconocido ante un público acostumbrado a un producto algo más convencional.

Más tarde, el mismo Lars Von Trier dirige Dogville con Nicole Kidman y demuestra que en el mundo del cine todo es compatible en su justa medida.
Directores como Kragh-Jacobsen (Mifune), Kristian Levring (El rey está vivo) y Lone Scherfig (Italiano para principiantes) entre otros, se apuntan al desafío de cambiar lo que, en teoría, se muestra perfecto ante los ojos del público mayoritario y conformista.
A partir de este concepto, programan debates en los medios de comunicación que enfrentan a seguidores de esta tendencia con los defensores del cine clásico de toda la vida. El contraste salta a la vista, ya que se podría decir que en el Dogma no hay nada preparado con antelación, es decir, guión técnico y producción, pero es falso. Esta variación requiere un equipo material y humano tan complicado como cualquier otra película, tan solo que se busca la naturalidad como si se tratara de la vida misma, y esto puede confundir al espectador con el concepto de espontaneidad.

Si se compara el clásico Casablanca con el dogma Celebración, hay contenido para realizar una extensa tesis doctoral. Desde un punto de vista técnico, la diferencia es notable debido a la disciplina de la primera, cuidando cada plano en un intento de alcanzar la perfección a la que se acerca, en contraposición al aparente desorden que se muestra en unos anárquicos planos logrados con cámara en mano, o escondida en un rincón de la sala donde se rueda la mayor parte del film.
El debate se cierne al comprobar que las películas que se identifican con el manifiesto no cumplen con todos y cada uno de sus mandamientos. Por ejemplo; el primero exige escenarios naturales sin introducir elementos nuevos en escena, y que todo el rodaje se realice en exteriores. La mayor parte de estas películas tienen secuencias grabadas en interiores. El noveno dice que el formato de grabación tiene que ser en 35 milímetros. Más de un director no tuvo problema en grabar su trabajo en digital. Los demás principios tratan la prohibición de filtros y trucajes, sonido directo y sin música, prohibición de cambios temporales y geográficos, la película debe ser en color, sin iluminación especial, grabación con cámara en mano, la trama se basa en historias cotidianas del día a día, prohibiendo las películas de género, y para terminar el nombre del director no puede aparecer en los créditos finales.

La razón de esta última la tendrían que desvelar los cineastas que firman esta especie de tratado que se cae por su propio peso, al comprobar que la idea de libertad cinematográfica choca con tanta prohibición y regla. El cine que se realiza desde finales del siglo diecinueve con Melies hasta las últimas producciones independientes, se basan en un guión literario que se convierte en técnico mediante la correcta utilización del lenguaje cinematográfico, eso sí, adaptado al estilo propio de cada director, convirtiéndose en obra de arte. No existe una constitución que dicte como se debe pintar un cuadro, o escribir una novela. Los métodos, las lecciones son conocimientos teóricos que se aprenden y se llevan a la práctica de forma original y con total libertad. Cualquier otro concepto que dicte una única vía para crear una obra de arte debería ser ignorado. Probablemente se trate de un reclamo publicitario para llamar la atención de aquel público aburrido de las directrices marcadas por el Imperio Hollywood.

En conclusión, grandes directores con técnicas peculiares y excelentes películas aptas para un público deseoso de buen cine. Lo demás sobra. El marketing debe permanecer separado del arte a una distancia prudente".


Todo ésto viene a cuento del último estreno de Lars Von Trier, "Melancolía". En un principio parece como si el argumento hubiera sido impuesto o encargado a este autor, nada tiene que ver con la temática ni con el estilo al que nos tiene acostumbrados. Por otro lado, continúa realizando una "contrapromoción" donde se tira piedras contra su propio tejado, dejando claro que su película le parece aburrida. Denota que su currículum ya lo tiene bien ganado y que no necesita nada más, que hace cine porque es su profesión. Por ello, me quedo de su filmografía con las siguientes obras de arte:

- ROMPIENDO LAS OLAS (1997) con Emily Watson, Stellan Skarsgard, Katrin Cartlidge.
- LOS IDIOTAS (1998) con Bodil Jorgensen, Jens Albinus, Anne Louise Hassing.
- BAILAR EN LA OSCURIDAD (2000) con Bjork, Catherine Deneuve, David Morse.
- DOGVILLE (2003) con Nicole Kidman, Paul Bettany, Lauren Bacall.

1 comentario:

  1. Lo que no me queda clara es tu opinión respecto de la película. Tengo ganas de verla, pero he recibido opiniones contradictorias...
    Excepto Dogville que no acabé de entrar, el resto de la filmografía que destacas de Lars Von Trier me parecen también verdaderas joyas.
    saludos,

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