martes, 10 de mayo de 2011

166. LA SIESTA

Existen ciertas costumbres que deberían ser sagradas y protegidas. Echarse un sueñecico después de comer es saludable y una tradición ancestral por estos lares. El problema está en que existen grandes empresas que son capaces de cargarse una de las pocas cosas en esta vida que no cuesta dinero y que se puede hacer hasta en un banco del parque.

De nuevo, esta tarde me he acordado del cortometraje premiado en los Goya ,"Diez minutos" de Alberto Ruíz Rojo, que ya he comentado más de una vez en este blog.

Sabemos de sobra el conflicto que todo ser humano mantiene, varias veces a lo largo de su vida moderna, con algún servicio de atención al cliente de alguna compañía de telefonía móvil. Bueno, pues también hay que añadir al "Club del Aborrecimiento Colectivo" a aquellas otras empresas que ordenan a sus malpagados curritos llamarnos justo después de comer, A LA HORA DE LA SIESTA para ofrecernos tarjetas oro, plata y bronce, descuentos en perfumería canina,  un viaje gratis a la Antártida o una promoción de alfombras persas.

Por favor, que alguien les diga a estos multimillonarios que no son horas. Se tendría que aplicar una ley en la que molestar a las cuatro de la tarde sea igual que hacerlo a las cuatro de la madrugada. Da lo mismo que sea en vivo  o por teléfono. El asunto está en que nos dejen en paz, aunque solamente sea por unas horas al día,  no es demasiado pedir.

1 comentario:

  1. Uf, y anda que no son pesados ni nada hasta que te quitas de encima a los de las llamadicas. Yo hace tiempo que no me puedo echar una siesta, pero ¡qué bien me sentaban!

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