martes, 29 de septiembre de 2009

1. LO COTIDIANO


Costumbres enraizadas, tradiciones a modo de estandarte con identificación propia y denominación de origen.



El lugar de nacimiento. Nada consigue olvidar una infancia enroscada en la farola de cada plaza, de cada pueblo, que tras una mano de pintura parece que no pasan los años por su armazón. A su alrededor, generaciones de chiquillos jugaban al pilla-pilla o contaban números con el brazo apoyado en ella y los ojos cerrados cuando les tocaba, mientras sus amigos se escondían detrás de un coche o bajo los faldones de alguna de las ancianas que tomaba el sol sentada en su puerta.

En este momento, las farolas de cada plaza, de cada pueblo, sienten melancolía cuando se acuerdan de aquellos chiquillos, tan distintos a los de generaciones de este nuevo siglo. Ya no les interesa jugar en torno a un viejo hierro. Esos juegos han quedado obsoletos para los hijos de aquellos que eran fieles al barrio, a la amistad, al paisano, a la farola.

Todo se conserva en el recuerdo. Ahora prefieren el móvil con melodía polifónica, la videoconsola que pega muchos tiros y la caja más tonta que nunca. No les hace falta salir a la plaza, saben que dentro de unos años van a pasar mucho tiempo allí, de botellón.


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